Todo suceso
trascendental, trae consigo propiedades y defectos, acciones y reacciones. En
el caso del Coronavirus, no podría ser de otra manera.
Sin dejar de
lado el grave problema para la salud, que representa este microscópico e
indeseable personaje a nivel mundial, tenemos que aceptar que: nos desnudo de
cuerpo entero como sociedad.
Empezare por
lo mejor. Salió a relucir en un gran numero de ciudadanos, su capacidad para
entender y aceptar una realidad inminente, que compromete la salud, con alto
riesgo de mortalidad. Les dio la oportunidad a muchos de mostrar su espíritu solidario,
para con los demás, salió a flote el altruismo de muchos y las ganas de cambiar
el estatus quo. Nos dio un espacio para la reflexión, para entender mejor
nuestras limitaciones, nuestras carencias y apreciar con mayor conciencia al
mundo en su conjunto. Poder ver con detenimiento nuestra fragilidad como
especie y también puso a prueba nuestra capacidad para activar nuestro instinto
de supervivencia.
También nos
invito a descubrir, nuevas formas de convivencia y la mejor manera de apreciar a
los seres que tenemos cerca de nosotros, pero que a veces suelen estar mas
lejanos de lo que nos imaginamos.
Nuestra inteligencia,
también se ha visto beneficiada, porque nos ha permitido: comprender las
consecuencias de nuestro loco comportamiento como sociedad y el descubrir
nuevos métodos de vida a futuro.
En la parte negativa:
hemos apreciado a la ignorancia en todo su esplendor; gente hablando desatinos,
inventando historias, minimizando riesgos, despotricando de todo y de todos. Desafiando
a la lógica y a la razón de manera irracional. Personajes públicos haciendo
declaraciones incoherentes, solo con el afán de lograr protagonismo a costa de
hacer el ridículo. También tenemos a médicos de distintas especialidades, pero
sin conocimientos con respecto del tema que nos convoca; diciéndose y contradiciéndose,
de ida y de vuelta. Hoy día, una opinión y al otro otra muy distinta y muy
alejada de la realidad.
No se diga
de nuestra agresividad, que nos ha puesto en vitrina ante el mundo, como un país,
poseedor de una violencia ilimitada. Solo basta ver las noticias, para apreciar
ese grado de violencia ilimitado de personas capaces de matar, sin el menor
empacho, desafiando a quien se les ponga por delante. Por otro lado, hemos
visto nuestra gran falta de civismo, el ninguneo a las autoridades y a sus
disposiciones. El desprecio total por el orden, la evidencia de la anarquía y
la falta de respeto, sin límites.
Estas son
unas de nuestras tantas perlas y diamantes, que, si sabemos sopesarlas, nos podrían
ayudar a mejorar como sociedad.
“Algo de
bueno tenia el famoso microbio este “