En la
primavera del año mil novecientos treinta y nueve. Mario Tossini, que vivía en Viareggio,
regresaba a casa, luego de una larga y agotadora jornada de trabajo. Mientras
viajaba en el tren; rendido por el cansancio, se quedo dormido y faltando dos
estaciones para llegar a su destino; despertó y de pronto se percato que debajo
del asiento que estaba frente a él, había un maletín de cuero color marrón, lo
cual llamo su atención. Inmediatamente se levanto del asiento, para ver si
alguien estaba por ahí o quizás el controlador, para dar aviso del hallazgo,
pero se dio con que el vagón estaba totalmente vacío. Se volvió a sentar y se
quedo pensando por algunos instantes. Luego cogió el maletín para echarle un
vistazo. Al abrirlo se dio con la sorpresa de que estaba lleno de billetes
(liras). Primero pensó en devolverlo, pero luego de pensar algunos segundos y
preguntarse ¿Quién podría ser capaz de viajar en un tren con una valija cargada
de dinero? Su primera respuesta fue: alguien que esta loco o alguien que tiene algún
negocio poco santo, pues en aquellos tiempos, la economía no era tan boyante,
como para ir por ahí, cargando “fortunas“ Pensó mil cosas y finalmente decidió quedárselo.
Seguidamente saco de su morral una bolsa de tela que siempre llevaba, por si
tenia que hacer algunas compras. Metió todo el dinero en aquel saco y dejo el maletín
en el mismo lugar en donde lo encontró.
Al llegar a
la estación en que debía de descender, se paro y sin tramites, puso pie en
tierra y se dirigió a su casa, lo mas rápido que pudo. Al entrar saludo como de
costumbre a su madre y hermanos y luego se dirigió a su dormitorio. Allí dejo
la bolsa con el dinero y luego de asearse compartió la cena con su familia,
pero su comportamiento no era el de siempre, así que su madre le pregunto ¿Te
ocurre algo hijo? No madre, nada de que preocuparse. Inmediatamente se le ocurrió
inventarse algo, para evadir tantas preguntas. Lo que ocurre es que me han ofrecido un nuevo
trabajo en el que pagan muy bien, pero el problema es que me queda algo lejos y
estoy pensándolo, antes de dar una respuesta.
Todos
quedaron satisfechos, con aquella aclaración y continuaron cenando. Al finalizar
la cena, Mario se despidió y se fue a su habitación; ahí comenzó a contar el
dinero. Para su sorpresa, la suma era de mas de quinientas mil liras (toda una
fortuna) Casi aturdido por tamaña cantidad, comenzó a preguntarse: ¿Cómo voy a
salir por ahí a gastarme todo esto y a cambiar de vida? Quien quiera que sea el
dueño de este dinero, se enterara y vendrá por mi y mi familia. Eran tantas preguntas,
dudas y preocupaciones, que decidido irse del lugar y lo mas pronto posible. La
coartada del nuevo empleo, era perfecta; nadie sospecharía, nada por un tiempo.
A la mañana siguiente
Salió muy temprano y se fue a comprar un boleto en primera clase, para salir en
el primer barco que zarpara con destino a cualquier lugar.
Luego de dejar
una carta a su madre, encima de la mesa de noche partió con rumbo al puerto,
con su valija cargada de dinero, oculto entre sus pertenencias.
En la carta decía:
que no se preocuparan, que estaría muy bien y que luego se comunicaría con
ellos, para darles detalles de todo.
Así llego después
de cuatro largos meses de viaje a las costas del Perú, en donde iniciaría su
nueva vida.
Invirtió su
fortuna en la compra de propiedades y en un negocio de panadería y bodega.
La guerra había
comenzado, su madre y hermanas, lamentablemente, no pudieron salir de su
tierra. Luego de algunos años el viajo y se reencontró con ellas.
Les conto la
historia y ellas, le comentaron que en el periódico, salió la noticia a los
pocos días de que el se fuera, de que unos ladrones habían robado un banco en Livorno
y que la policía andaba tras de ellos.
Esta es una
historia, que me conto el propio Mario, cuando me hice amigo de su familia. Yo tenía
en aquel entonces veinte dos años y el frisaba los sesenta.